A pesar de que el agua de nuestros grifos es potable, a menudo encontramos que el agua de la ducha nos hace escozor, nos reseca o nos irrita la piel, o bien nos deja el cabello poco brillante.
Esto se debe básicamente al efecto sobre nuestra epidermis de dos sustancias que lleva disueltas el agua.
- Por un lado, el cloro que se añade en la planta potabilizadora como oxidante, para eliminar microbios y de esta manera protegernos de posibles enfermedades. Esta capacidad oxidante, desgraciadamente también afecta a nuestra piel provocando efectos no deseados.
- Por otra parte, existe la cal que viene disuelta en el agua cuando habitamos en un territorio bastante calcáreo. Este mineral, al evaporarse el agua, se deposita como un recubriiento sobre la piel y el cabello, que conlleva frecuentes problemas. Y no sólo esto ya que también endurece nuestras prendas (¿recuerda aquel anuncio de «rasca mamá»?) y las envejece prematuramente apagando sus colores.El carbonato de calcio -esencialmente el mismo componente del mármol- provoca asimismo incrustaciones indeseables en lavadoras, lavavajillas, calderas de agua caliente, tuberías, etc. Habitualmente l podemos ver en forma de manchas blancas en vajilla, cubertería, grifería, mamparas de baño, etc.
¿Qué podemos hacer?
- Eliminar la capacidad oxidante del cloro, es relativamente sencillo. Con un pequeño filtro de ducha de calidad que podemos instalar nosotros mismos, lo tenemos resuelto.
Retirar la cal del agua, es un poco más complicado pues precisamos de la instalación de un descalcificador, pero cualquier buena empresa de tratamientos de agua nos lo puede resolver rápidamente. Eso sí, precisaremos de un mínimo espacio para colocar el equipo y del asesoramiento técnico para escoger el equipo de bajo consumo más adecuado a nuestras necesidades, evitando los típicos anti-incrustante (imanes y similares que se ponían por la cal) que en este caso no tienen ninguna utilidad al no remover la cal del agua.